Pelicula: El profeta Jeremías


Significado: "Jehová eleva".
Jeremías nació en Anatot, de familia sacerdotal, hacia el año 650 a.C. (cfr. Jer. 1:2, 6). Su padre se llamaba Hilcías (1:1), pero no es, probablemente, el sacerdote que aparece con idéntico nombre en tiempos del rey Josías (2 R. 22-23). Jeremías fue llamado al profetismo en el año 13 de Josías (627 a.C.). Su actividad profética, que casi se limitó exclusivamente a Jerusalén, se extiende, por lo menos, por espacio de cuarenta años, pues sus últimas palabras llegaron hasta nosotros datan de fecha posterior a la destrucción de Jerusalén (año 587/586, cfr. Jer. 44). Sin embargo, no se conserva ningún discurso del profeta de los años 622 hasta la muerte de Josías (año 609).

Muerto Josías en un vano intento por resistir a Egipto, fue sucedido por Joacaz (llamado también Salum, Jer. 22:11), quien también fue depuesto por el faraón egipcio (2 R. 23:31-33). Este colocó en el trono a Eliaquim (también llamado Joacim, 2 R. 23: 34; 2 Cr. 36:3, 5). Jeremías lamenta la deposición de Joacaz y su exilio a Egipto (22:10-12). Durante el reinado de Joacim (607-597 a.C.), Nabucodonosor, emperador de Caldea, derrotó a Egipto en la batalla de Carquemis (605 a.C., cfr. Jer. 46) y dominó la región (Jer. 25:l5ss.). Jeremías exhortó a la sumisión ante Nabucodonosor (Babilonia), pero Joacim vacilaba entre Egipto y Babilonia. Además, su vanidad y tendencias idolátricas (2 R. 23:37) le impedían oír el consejo de Jeremías (22:13-19; 26:20-23). Nabucoclonosor saqueó Ascalón (47:5-7; Sof. 2:4-7) y Joacim intentó finalmente rebelarse, pero solamente obtuvo una sumisión más penosa (2 R. 24:lss.).

Jeremías recordó sus obligaciones al rey, a los profetas y sacerdotes de la corte y con ello se granjeó persecución, prisión y amenazas (Jer. 11:18-23; 12:6; 15:15-18; 18:18; 20:2; 26:lOs., 24).
El rey llegó hasta a destruir las profecías de Jeremías, las que su amanuense Baruc había copiado (Jer. 36:1-4, 23, 24), pero éste volvió a escribirlas (36:27, 32).
A pesar de todo, Jeremías continuó profetizando e intercediendo por Jerusalén (11:14; 14:11; 17:16); véase la pasión del profeta (Jer. 17:14-18; 18:18-23; 20:7-18) denunciando a los falsos profetas (23:9-40) y anunciando la destrucción final de Jerusalén y del Templo (7:1-15; 9:1; 13:17; 14:17, 18).

Joacim murió cuando Nabucodonosor estaba a las puertas de Jerusalén listo para castigar su insurrección (Jer. 22:18; cf r. 2 R. 24:lss.). Su hijo Joaquín solo reino tres meses (2 R. 24:8) y tuvo que rendirse (2 R. 24:12). Fue llevado cautivo a Babilonia con la mayoría de la aristocracia, el ejército y todo el pueblo. El Templo fue arrasado (24:14-16.), y llegó el fin de la casa reinante tal y como el profeta lo había predicho.

Cuando la caída de Jerusalén era inminente, el profeta anunció con actos simbólicos (32:1-15) y palabras (32:36-44; 33:1-26) la futura restauración. Esta no significaría la mera restauración política de Judá, sino el establecimiento de un nuevo pacto (31:31-14). Jerusalén cayó en 587 a.C. y Jeremías fue tratado bondadosamente por Nabucodonosor, pero rehusó la oferta de ir a Babilonia. Prefirió quedarse con los que permanecieron en Judá bajo el gobernador Gedalías (40:1-6). Después de asesinado Gedalías, el resto huyó a Egipto y Jeremías también fue con ellos (42:1 - 43:7). Allí se pierde su historia. Lo (último que sabemos de él es que animaba a los judíos, a los refugiados, anunciaba la próxima caída de Egipto (43:8-13) y reprendía a su pueblo porque la idolatría se había adueñado de ellos (44:1ss)

La vida de Jeremías es una de las que conocemos mejor entre las de los profetas el Antiguo Testamento. Su llamado, a temprana edad (1:6), conformó en él una profunda vocación, en la que el anuncio del juicio siempre prevaleció sobre el consuelo: (1:9, 10).

Con él, la conciencia profética alcanzó un nivel más alto, y se expresó como un constante estar "en la presencia de Dios". En un temperamento profundamente emotivo como el suyo, y en las condiciones trágicas de su pueblo, la comunión con Dios es una lucha. Jeremías es tierno y sensible por naturaleza, pero su vocación profética obliga a una constante denuncia de la desobediencia, idolatría y rebeldía de su pueblo. Declara la destrucción de Judá frente a la fallida reforma deuteronómica bajo Josías. Su libro está lleno de alusiones su propia vida en bellísimos pasajes (8:18,21; 9:1; 15:10; 20:14-18) que nos cuentan también su lucha y agonía en la vida de ministerio profético.

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